Los comentarios vistos aquí esta mañana, que me hacen ver que aún hay gente que me lee y me lo recuerda con sus palabras y... me gusta. Que me ayuden a derribar muros, con esos besos, con esas caricias, con esos guiños.
Esos sueños compartidos en forma de una bella canción, que me incitan a seguir acostándome cada noche y esperar el nuevo día para seguir construyendo caminos de palabras, de abrazos, de confidencias en confianza.
Ese amigo, Jon, que creía pedido y que me sorprendió con su dulce voz a través del teléfono y que me hace saber que a pesar de la distancia y de todo lo que ha pasado en su vida, que guarda aún como el mayor de los secretos, sigue conservando mi número, sigue teniéndome en le pensamiento y sé que nuestro destino de estrellas un día nos cabrá en las manos y no se nos escapará porque nuestros dedos estarán enlazados.
Entrar en el blog de Nös, que llevaba tiempo estancado, para descubrir su nueva ubicación con la ilusión de que siga y verme enlazada en él.
Perderme de nuevo en sus labios, en la oscuridad cómplice de la sala de eventos sin esperarlo. La frialdad con la que nos hemos tratado en los últimos meses se ha fundido como sus manos en mi piel y su lengua jugando con la mía. Sé que nos queda aún una noche, él lo desea y a mi me da miedo, por los sentimientos. Pero es inevitable que seamos dos en uno.
La llamada de Vulcano mientras esperaba el autobús para ir a casa desde Galicia, sólo para decirme ¡HOLA PRECIOSA! y que ya había llegado, sano y salvo para que no me preocupara.
Sí, creo que hoy puedo decir que me he sentido querida y mimada.