17 septiembre 2003









La Galatea de Dalí


Él no supo porqué razón ella se fue. Se quedó solo, con una lágrima perpetua en su ojo vago. Dejó traslucir, en su cuerpo y en todo lo que le rodeaba, esa inquietud que le decía que ella volvería si él no se movía de donde estaba. Y así pasaron los días, las noches. Él seguía mirando por la ventana allí donde el camino se perdía entre los frondosos árboles, ahora exentos de sus vestidos de hoja. La inquietud se transformó en desesperación por la soledad que se posaba sobre los objetos que habían acomodado juntos en el hogar. La desesperación se tornó en tristeza cuando el rostro de ella apareció delante de él, en recuerdos; ahora sabía que no la recuperaría. Jamás. Su ojo se cerró dejando brotar por fin, la lágrima de una pena largamente contenida, que chocó contra el suelo dibujando el rostro en mil esferas opuestas a su mundo, al que ella pertenecía ahora.


 

 

No hay comentarios: