11 mayo 2003

RECUERDOS ANIMADOS
El día 8 de mayo fue el cumpleaños de mi sobrina. Una preciosa sobrina la verdad. Aunque con 5 años está en esa fase medio rebelde, medio cursi en la que no sabes si comértela a besos o ahogarla en la bañera. Qué se le va a hacer... todos pasamos por esa etapa y todos la sobrevivimos.
Encontré en su casa un CD llamado “canciones de los sábados por la tarde”
¿Quién no se acuerda de las series de los sábados? Esas que ponían después de comer y antes de la película de la sobremesa; qué casi siempre eran del oeste. Esas que antes nos gustaban tanto y ahora casi nadie ve.
Oír el CD me trajo muy buenos recuerdos, esas series que han pasado a la historia en la mente de los que nacimos antes del 75 o un poco más.
Quién no lloró con Marco y se le hizo eterna la travesía desde los Apeninos a los Andes.
Quién no conoció Frankfurt a través de los ojos de Heidi y saboreó los panecillos blancos.
A quién no le entraron ganas de volar de flor en flor junto a Maya
Qué chico no quiso alguna vez subirse a la nave de Koyi Kabuto y conducir a Mazinger Z para vencer a los malvados robots del barón Asley.
O tener el reloj transformador del Comando G.
Quién no se preguntó alguna vez a qué sabía la cerveza de jengibre que siempre llevaban los cinco en sus aventuras. (esto ya sé que no son dibujos, era otro tipo de serie... tendrán su apartado otro día)
A parte de todas esas series de dibujos, había muchas más que sería interminable nombrar, quiero hacer mención aquí de una en especial LOS BARBAPAPÁ, que no era ni con mucho mi preferida, pero le tengo un especial cariño. Siempre he deseado que la repusieran.
¿Alguien se acuerda de ellos? Barbapapá, Barbamamá, Barbalalá, Barbalib, Barbazoo, Barbabella, Barbabravo. Barbabello y Barbaluz... no sé si falta alguno... o en algún nombre me confundo.
Aquellos seres de colores cuya forma original era parecida a la de un bolo eran flexibles, blanditos, se estiraba y encogían a placer. Podían ser cualquier cosa, transformarse en lo que quisieran ¡qué envidia! Siempre estaban de buen humor y eso transmitían. Cada uno tenía un color... que averiguaré.
Después de toda una infancia, adolescencia, juventud y ahora también por que negarlo, viendo dibujos animados (y han sido muchos) me quedo con la película de Disney La Bella Durmiente (mi preferida), con Candy-Candy (que alguien me llame cursi por ello, no me importa) y con la serie Dragones y Mazmorras: Hank, el arquero; Sheila, la maga; Diana, la acróbata; Presto, el mago; Erik, el caballero, Bobby, el bárbaro y Uni, el Unicornio. Cuya única finalidad para volver a su mundo era salvar el planeta al que habían accedido a través de una puerta a otra dimensión; desde el parque de atracciones; de Vender, el malo con la ayuda del Amo del calabozo, el bueno. Como muchas veces, esta serie quedó inconclusa y nunca supe si el mundo fantástico fue salvado y los chicos por fin pudieron volver a su hogar. Tampoco supe nunca si Candy llegó a ser feliz en su vida.
Mientras estaba escribiendo todo esto, a mi memoria han accedido fragmentos de otras series; muchas otras que quizá no quieran morir en los recuerdos: Vickie el vikingo, Baner y Flapy, El bosque de Tayack, Los Supersónicos, Ulises...
Muchas otras han sido repuestas, o se siguen reponiendo en televisión a veces, como Los Picapiedra, Scooby-doo, Tom y Jerry, Bugs Bunny, el coyote y el correcaminos... que no necesitan comentarios.
¿Quién no recuerda el Vamos a la cama, La cometa blanca, La bola de cristal o el insuperable Barrio Sésamo, con él que tanto aprendimos?
¿Quién no recuerda?

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