09 agosto 2005

VACACIONES 2

Cuesta salir de la ciudad, cuesta desconectar, al menos durante los primeros 50 kilómetros, luego la mente se pierde en campos que pasan a través de la ventanilla, tierras amarillas, secas por la falta de agua. Dormitas un rato pensando que por fin podrás dormir tapada y con frío. La música del coche te adormece un poco más y te ves inmersa en la playa, en el ruido de las olas y las palas al chocar la pelota. Deseas estar allí de nuevo. Ya has desconectado del todo de la ciudad y estás deseando llegar. El paisaje a cambiado a verde, se ven casas dispersas allí perdidas en los montes. Y cuando al salir de la autopista notas que la ropa se te pega a la piel como un sudario sabes que queda poco. Es la humedad perenne del norte, que se te mete en los huesos, la humedad que huele a mar mientras atraviesas la ciudad rodeandola casi por encima, viendo a lo lejos los destellos del sol en el museo de hierro al borde del río. Unos kilómetros más y el mar aparece ante tus ojos, tan azul como todos los veranos, tan grande, tan hermoso que piensas como has podido sobrevivir todo el invierno sin su visión. El faro, la catedral quedan atrás, se te acelera el corazón y todos tus veranos te azotan de golpe en la cara. Y por fin el desvío a casa...
Como no voy a adorar mi pueblo si lo primero que veo nada más levantarme es eso...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que agradable sensación.
me estás dando unas ganas de playuqui ...
te lo cambio por el insomnio del homo urbano XD
Un saludo Nat y encantado