22 julio 2004

Jaque Mate...

Las piezas estaban en el tablero. La partida había comenzado. Los peones negros fueron avanzando, acercándose, siendo eliminados convenientemente por aquellos que rodeaban a la Reina Blanca. Ella, inalterable, con la categoría que le daba el juego, se erguía frente a las demás piezas. Avanzaba sutilmente, sin prisa, descartando las posibilidades de un ataque directo. No hacía falta. Sabía que ganaría el juego, estaba segura, conocía al adversario, ya había sido suyo. De nada servía que torres y alfiles le protegieran cerrando el cerco para impedir que ella se acercara. Nada pudieron hacer los caballos en la carrera por defender un territorio que creían que a ella no le pertenecía. La Reina Blanca sabía que entre ambos existía un vínculo, olvidado en las ancestrales estrellas, que era exclusivo de ellos y que las demás piezas no llegarían a comprender. Era su destino cada vez que la partida era jugada. La barrera que creaban a su alrededor las piezas negras no salvarían al Rey oscuro del acercamiento. Durante unos minutos la Reina Blanca danzó en torno a él que intentaba escudarse tras sus protectores, pero de nada le servía pues él también la buscaba. El resto de piezas fue apartado y la música sólo sonó para ellos. La Reina Blanca posó sus labios sobre los del Rey Negro, se apartó y se alejó sin mirar atrás. Había ganado la partida...




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