26 mayo 2004

Hoy recibí una noticia que no es la que hubiera querido escuchar un miércoles por la mañana nada más llegar al trabajo. En realidad, es una noticia que nunca desearias escuchar a nadie y que a nadie le pasara. El hermano de una amiga se ha suicidado. No hace falta preguntar cómo ha sido. No nos hace falta saber, porque tampoco lo vamos a entender. ¿Qué le lleva a una persona a renunciar a todo lo que tiene por delante? Una madre, unos hermanos, unos sobrinos; uno de ellos en camino, unos amigos, una vida.
Es fácil hablar desde este lado. Lejos de las lágimas que se están derramando. Lejos de los porqués, lejos de las sin razones. Lejos de la muerte.
No he sabido qué decir, ni cómo reaccionar.
Siendo egoista me he preocupado por lo que haría yo en esa situación. No he sabido hallar una respuesta.
Es imprevisible la fortaleza humana. Aunque tarde o temprano termina desquebrajándose como un cristal, desbordándose en lágrimas, en rabia, en impotencia.
Suicidarse es un acto solitario, así debería ser, sin salpicar a nadie, sin dejar a nadie llorando y sufriendo por la pérdida de uno. Unos dicen que es un acto de cobardía por no enfrentarse a lo que tienen delante. De valentía, dicen otros. Porque hay que tener valor para arrebatarle a alguien la vida, hay que tener mucho más valor para negarse a uno mismo hasta el punto de querrer desaparecer, morir y dejar de existir.
Y hay que ser muy CABRÓN (y perdón por la expresión)para dejar a tu familia sumida en una tristeza eterna por voluntad propia.

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