18 noviembre 2003

Hoy ha sido un día normal. Trabajo, trabajo y más trabajo… bueno también ha habido otras cosas. Agradables, menos agradables y cosas extrañas. Tampoco extrañas es la palabra. Ha sido una sensación, que ha durado doscientos metros; los mismos que tiene mi calle. Al llegar a ella las luces no se habían encendido y un halo misterioso envolvía los coches, los edificios, las aceras, los árboles; que se agitaban en el viento gélido. La hojas marrones y amarillentas cubrían cada baldosa, cada trocito de césped, se arremolinaban bajo los coches, se escondían tras las ruedas y escapaban a cada paso de mis pies, como olas, para volver a cubrir mis pasos andados. En ese momento me sentí muy bien. Esa sensación de bien estar, de recogimiento, de estar en casa. Y esbocé una sonrisa; esa que creí perdida hace tiempo.

No hay comentarios: