09 octubre 2003

Sabía que era imposible, pero he esperado. Sabía que era demasiado fácil. Y seguí esperando, mientras el estómago se iba cerrando y el corazón, que durante todo es día había estado desbocado, se hacía de piedra. Esperé. Minutos perdidos se hicieron agua. Nubes blancas se volvieron grises. Y en mi mente el deseo de verte, de sentirte, de mirarte murió en las horas del crepúsculo. Esperé. Te esperaba. Ni una voz que rompiera el silencio que me envuelve. Mentiras. Las palabras se han vuelvo cenizas. Las fotos amarillean en el recuerdo. Esta vez el puente es demasiado largo para cruzarlo. Esta vez el muro se hace infranqueable. Siguen siendo mentiras en recuerdos encerrados. Sigue siendo el tiempo de esperar y no recibir respuestas. Sigue siendo sólo mi tiempo. El de siempre. Sólo mío, pero ahora ya no lo comparto contigo. No encuentro razones que expliquen ahora la razón de tu existir en mi. En ninguna parte que pudiera esconder de todo. Te esperé oscuridad, y ahora no tengo ni día, ni noche, ni sueños. En tu última palabra dejaste morir mis ojos. ¿Debo decirte adiós para siempre? DEBO.

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