21 mayo 2008

BUDA + PEST

La solución del post anterior era Budapest (Una imagen de Buda + un dibujo de la Peste – la letra E

No era difícil, sólo que hay mucho vago por ahí, ehhhh y hay que ejercitar el cerebro de vez en cuando.


Que conste que he editado las fotos y les he puesto títulos, pero no me han salido.

El viaje comenzó el día 15 con levantamiento a las 5 de la mañana para estar a las 7 en el aeropuerto, salida estimada del vuelo: 08:05 y digo estimada porque finalmente y por rotura de cristal y cambio de avión, salimos casi a las 11 de la mañana. ¿Se puede reparar una ventana de un avión en 3 horas? Pues si sabes que no, intenta poner otro avión en sustitución cuanto antes ¿no? Nuestro retraso conllevó que el autobús húngaro que debía llevarnos hasta el hotel se fuera, otras dos horas de espera. Confusión de maletas; me llevé una que no era mía, pero era prácticamente igual. Tuve que volver a entrar en la Terminal, volver a quitarme los aperos de cualquier manera, pité por no quitarme el reloj, me cachearon y perdí mis dos anillos pequeños, el azul y el de mi madre cuando era joven que llevo en el dedo corazón de la mano izquierda. El hotel estaba todo lo lejos que se puede estar; en la entrada a la autopista que lleva a Viena, nos pilló por el camino una tremenda tormenta a la que precedió, afortunadamente, el sol. No, definitivamente el viaje no había empezado nada bien. Menos mal que nuestra primera noche en Budapest la compensamos con una cena estupenda, un restaurante que recomiendo a quien vaya. Pequeño, coqueto, caro, sí, pero el servicio es atento, la comida exquisita, el WC limpio. Flores naturales, una pantalla gigante te enseña como se van cocinando los platos que has pedido y aunque en las mesas no se fuma, tiene un rinconcito de lo más coqueto para hacerlo. El buen sabor que nos dejó el restaurante, en la calle Csalogany, 26, nos disipó todo lo malo del día.

El viernes 16 no madrugamos porque estábamos muertas, así que nos lo tomamos con tranquilidad. El desayuno nada del otro mundo ¿porqué será que no hay tostador de pan en casi ningún hotel? A las 11 ya estábamos cogiendo el bus 139 para ir hasta el metro y de ahí a Pest. Paramos en el Parlamento e iniciamos el recorrido por la ciudad ahí. Las entradas para el Parlamento ese día ya estaban agotadas. El edificio es impresionante, por la parte del río me recordaba a los palacetes italianos, blanco inmaculado y por los laterales y las fachadas que daban a la ciudad me recordaba a la arquitectura inglesa, a las iglesias de Cambridge. Y los leones, como los nuestros pero con la cara más azulada y más amable. Después encontramos a un señor en un puente que no llevaba a ningún sitio y una plaza imponente, donde cada edificio era para mirarlo y perderse en su fachada. Las callejuelas nos llevaron a la iglesia de San Esteban que está en una grandiosa plaza donde nada impide ver esta construcción entera. Creo que nos colamos así en la iglesia sin darnos cuenta, porque otra cosa que no entiendo es porque uno tiene que pagar para entrar en la “casa de Dios” si se supone que a Dios el dinero no le hace falta… No tardamos mucho en verla, por dentro es bastante fea, será cosa de los dorados, por fuera impone más. Tras esto hicimos una paradita para tomar una cervecita en un café y continuar nuestro paseo hasta la ópera, en la que vimos el vestíbulo principal, las esfinges de los lados, los balcones… Enfrente de la ópera un edificio gris que pronto será un hotel y por la fachada que tenía, será un estupendo hotel, un hotelazo vamos. Y enfilamos la calle Andrassy, con bochorno, porque si algo ha hecho en Budapest, ha sido bochorno. Una calle llena de palacetes, casas increíbles, plazas donde los estilos arquitectónicos armonizan. Debía ser una antigua calle señorial o la parte noble de la ciudad. Andando andando llegamos al parque Varoslitegi, donde nos sentamos a la sombra a ver el estanque de patos. Agotadas estábamos. Allí en el parque vimos un conjunto de iglesias de todos los estilos, el edificio de los baños y finalmente nos cogimos el metro para ir de nuevo al centro. Estuvimos paseando por la calle Vaci que es como la calle comercial, vimos más iglesias, más estatuas, nos tomamos una cervecita en la plaza de las aguadoras y continuamos por el río para medio cruzar el puente de las cadenas y más vueltas por la ciudad, donde yo casi acabo con tortícolis de tanto mirar para arriba. Y ya a eso de las seis de la tarde, sentadas en una plaza con música en directo había que decidir dónde cenar. Una de las opciones era un restaurante que se llamaba Fàtal, pero había allí un grupo de ingleses dando la nota, así que acabamos en uno de pantagruélicas raciones, en el que comimos bastante mal. Lo que debía de ser el plato degustación pero vamos… la carne guisada de mi madre está mil veces mejor. Porque era eso, carne guisada con zanahorias y guisantes. Nos fuimos un poco desencantadas paseando por la noche Húngara, al llegar al metro se me había olvidado la guía y el mapa en el restaurante, así que hubo que volver. Menos mal que nos echamos unas risas con unos vestidos “preciosos” de un escaparate. Decirme cual os gusta más para saber cual es el mío. Al final acabamos en la terraza de un pub tomando una copa y nos dimos un homenaje yéndonos en taxi hasta el hotel.

El domingo nos toco visita a la montuosa Buda, y aún sigo con agujetas. Tomamos de nuevo el 139 y luego subimos andando unas escaleritas bastante empinadas que nos llevaron hasta las murallas que rodeamos para entrar en la zona denominada del Castillo. Es como un pueblo en miniatura, con sus casitas pintadas de colores, sus fachadas y carreteras preparándose para el tiempo estival que supongo aquello será un hervidero de gente. La iglesia de San Matías está en restauración y por supuesto hay que pagar para entrar a ¿ver? anclajes y andamios… el Bastión de los pescadores, también en proceso de restauración está blanqueado hasta el exceso y aunque bonito hizo que me remontara a la niñez de los Exin Castillos. Sin olvidarnos de la gente, muuuuucha gente por todos lados. Del Bastión pasamos a callejear, siempre por dónde menos gente hubiera/hubiese, para dar a parar a un lateral dirección al palacio. Grandioso-grandioso, con unas vistas espectaculares y ohhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh, una vez más la cámara sin pilas. Sí, lo sé soy un desastre y no hace falta que nadie más ma lo diga. Porque me llevé el cargador y pilas de sobra y las dos tarjetas y al final me confundí de pilas. Así que pocas fotos pude hacer el resto del día. Quisimos tomar algo en el recinto del Palacio, pero estaba lleno así que de vuelta a deambular por las callecitas hasta un bar que se llamaba Miró que uno sólo con el nombre puede imaginar como era, coqueto y colorista sin desentonar como el Hotel Milton, que es para matar a quien haya dejado que lo construyeran en la cima de Buda.
Bajamos el monte y nos acercamos a ver un par de iglesias más, siempre encontrándolas cerradas. Yo pensaba que la casa del Señor no cerraba nunca…, Vimos el funicular y el kilómetro cero Húngaro. Más grande y original que el nuestro y bordeamos los jardines del palacio, tapiados a los ojos de los transeúntes, olvidados bajo capas de porquería y telarañas. Al menos los soportales sirven de cobijo a gente sin hogar. Otra paradita para decidir dónde íbamos y como era la hora, un café con bollería en el hotel Balneario Gellert. Tras recuperar fuerzas con uno increíbles pasteles de chocolate emprendimos la subida a la Ciudadella, sudada incluida, pero mereció la pena pues la ciudad es grandiosa, más de los que pensábamos. La vereda del río tachonada de inmensos e imponentes edificios, sólo rotos en su armonía con alguna cagada arquitectónica dignas de colgar tanto al arquitecto como al alcalde de la ciudad por permitirlo. Bajamos y cruzamos el puente blanco (de la felicidad creo que lo llaman) para ir a cenar a un restaurante húngaro que no encontramos (maldita guía de cierta editorial) con el dolor de pies, piernas y cansancio acumulado tampoco nos apetecía la feria checa al aire libre donde podías comer y beber, así que acabamos en un café-restaurante bonísimo, donde comimos una ensalada César, pato y yo el famoso goulase que no me gustó mucho ya que tenía demasiada zanahoria guisada y muy poca carne. Vuelta a coger el metro y el bus para acabar agotadas en el hotel.

Nuestro último día en Budapest lo dedicamos a la Isla Margarita, un parque enorme que se llena de domingueros para pasar el día con los niños. Tiene una piscina olímpica, otra con toboganes, se pueden alquilar bicicletas y triciclos, la gente toma el sol y nos encontramos con una feria de la salud algo así. Tiene un depósito de agua patrimonio de la UNESCO (creo), un balneario precioso al que le han construido un hotel horroroso al lado (que manía!!) un jardín japonés y ruinas varias de monasterios. Allí fue encerrada la princesa Margarita a los 9 años pos su padre, y allí murió a los 30 años. Nos tomamos una cervecita en un restaurante muy fino y salimos para el hotel ya que a la una nos recogían para llevarnos al aeropuerto. Esta vez sin retrasos y pasando a buscar a otros viajeros vimos nuevas calles que no habíamos visto. A las 4 de la tarde despegó el avión y nos alejamos de una ciudad bellísima, a la que le falta en algunos lado una manita de pintura porque casi todos los edificios se están desconchando.

FIN DE VIAJE

Ahora a pensar en el próximo, si la cabeza me deja, que hoy, esta noche, la tengo en otro sitio...
CONTIGO

5 comentarios:

Martini dijo...

uffffffffffff.... ¡que el descanso de OT no es tan largo!!!!!

Jajajaja

Pero al final lo pasaste bien ¿no?

Vulcano Lover dijo...

Hombre, mart-ini, yo creo que sí se lo ha pasado bien... sólo hay que leer un poco entre líneas.
Qué bien, guapa... es una de las ciudades en mi lista, así que ya te pediré información... Y no fuisteis a los baños Geller????

Bueno, espero que me lo cuentes pronto en persona.

Muchos abrazos.

Javier Herce dijo...

Pedazo crónica!!! Se parece a las mías, jajajajaja.

Bueno, parece que habéis vivido toda una aventura, eh?

La última palabra me ha dado que pensar. ¿Algo que contarme?

Por mi lado, todo igual... y junio está ahí!!!!

nocheoscura dijo...

¡Ya estás de vuelta!. No hay nada mejor que irse para volver.

Por cierto, yo no es que sea vago... es que soy tonto je je... para esos juegos.

Un saludo.

Santi dijo...

Estoy contigo, Nata; hoy la gente lo quiere todo hecho. Les pones un jeroglífico, y ¡¡aaay un jeroglífico!! Si es que la gente... les robaba yo las maletas.

Eeey, qué emocionante, ¿no? Me refiero a la posibilidad de cotillear lo que había en la maleta confundida :O Pero eso debe ser como el amigo invisible aquel, que de pronto te tocaba un aburrido, y bahhhh.

Oooye, gracias por la recomendación del restaurante, que me da que si pusieran una pantalla donde ver lo que nos sirven a veces, cuando almuerzo por aquí debajo, pues no comería ni gota... Sólo que no sé cómo habrás pronunciado la calle... Yo ni escribirla puedo, ¡pero pronunciarla..!, pronunciarla requiere desarrollar otra faringe... igual se pronuncia con el camino viejo, por donde decían que se va la comida cuando te atragantas.

Y fascinante también como has hecho eso de las fotos... (aaay, las pilas, las pilas, ¡siempre hacen lo mismo, las pilas!) Yo, a día de hoy, sigo sin saber como se cuelga un simple video en una entrada. Vamos, que no me gusta como queda, pero un día lo intenté y aún debe estar riéndose Polilla, que es la Rotwailer, si acaso se escribe así, que pide la verificación de palabra, en la cornisa.

Aaays, voy a ver las vacas.

Abrabesos de Milka