18 febrero 2008

… la luz del fósforo al arder se mostró generosa, caliente, asombrosamente cercana y lo que era más importante acogedora. Podía sentir su calor, su proximidad, todo aquello que le faltaba parecía danzar en los hilos rojos que se entrelazaban perdiéndose en el cielo. Tan absorta estaba que sus dedos se quemaron al haberse consumido la madera, soltó la cerilla que chisporroteó sobre la nieve. Al apagarse, la niña volvió a la oscura y fría realidad

Encender otro fósforo no marcará ninguna diferencia – pensó -y sin embargo es tan agradable su luz... Y prendió la llama que protegió ahuecando su gélida manita para conservarla todo lo que pudiera ya que el viento empezaba a azotar los laterales de la esquina donde se había acurrucado. La danza de la llama le parecieron miles de cuerpos que se acercaban y la rodeaban entre risas, la abrazaban y jugaban con ella. Pero esa sensación voló al apagarse el segundo fósforo, la pequeña volvió a sentirse sola en la noche, acariciada esta vez por los copos de nieve que caían sin cesar, casi a oscuras, sentada en la calle y aterida de frío.

- Encenderé otra cerilla – decidió la niña, pues las ilusiones que le brindaba la luz conseguían apartarla, siquiera por un momento, de la insensible realidad. Rascó la cabeza del fósforo, con los dedos de un azul cetrino, iluminando nuevamente su alrededor, haciendo desaparecer las sombras, haciéndole sentir la cercanía del calor y las preocupaciones se fueron mientras en sus ojillos titilaban las llamas donde ahora veía rostros, los de sus seres queridos, los de aquel hombre que siempre le compraba cerillas y le preguntaba como estaba hoy mientras le sonreía y el daba una moneda de más.

Fue encendiendo todas y cada una de las cerillas de las cajas que le quedaban y en cada una vio algo que le recordaba que podía ser feliz a pesar de las penas y no dejaba que la oscuridad, ni la tristeza, ni la nieve se apoderaran de sus recuerdos, aunque cada vez que un fósforo se apagaba, perdía un vínculo que la unía a esos por los que se preocupaba, aquellos por lo que cada día se levantaba y que aún, mientras se consumían las cerillas, esperaba ver aparecer por la esquina viniendo a buscarla.

Y así amaneció, encontrando el sol de la mañana una niña de dulce rostro lívido, rodeada de cerillas negras a su alrededor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto me recuerda...

http://www.weshow.com/es/p/16878/chico_el_cerillero

Un saludo

Javier Herce dijo...

De dónde es ese texto?

NaT dijo...

Algo así Siniestro...
la historia no sólo habla de la pobreza, habla del miedo, de la soledad y del egoísmo de la gente. A veces uno espera demasiado de las cosas, otras sólo el resplandor de una cerilla; con eso basta, aunque sea su efecto efímero...
Yo me entiendo...
Besos.

¿Tú que infacia has tenido Javier? ¿Qué leías tú de pequeño? Es un clásico de Andersen, La cerillera aunque con el mismo trasfondo, el texto es casi mio, menos unosm párrafos copiados de un texto que encontré por ahí.

Besotes
¿Ya vino tu manta eléctrica? :P