02 octubre 2005

Dolor...


Se ahogaba; no porque el tiro de la chimenea llenara la habitación de un humo perezoso que se deslizaba en las casi imperceptibles corrientes de aire. Tenía el alma agarrotada y el corazón estrangulado con un dolor que no estaba descrito en ninguno de los volúmenes que lo rodeaban. Lo había estado buscando en pasajes de novelas de amantes despechados, en historias de cruzadas imposibles, en fantasías que ni los caballeros de brillante armadura podían imaginar. Quería que aquellas palabras contenidas en el tiempo le dieran una razón para no dejarse arrastrar a un vacío donde la nada fuera menos que nada, donde el dolor dejara de ser arco y flecha de su destino, donde el olvido fuera terciopelo de sueños, donde el odio fueran caricias de viento. Pero las palabras quedaron sujetas a los libros, mudas, sin pretender desvelarle una solución, yacían a sus pies, revueltas, desordenadas. El vino, que acercaba a sus labios, no conseguía quitarle el sabor amargo del beso de despedida ¿era realmente el último beso? Fue tan frío… tan triste.
Y ahora sentía que la vida se le iba lentamente, porque lo había decido así, porque los libros que tanto amaba, que habían sido su existencia y el los que se refugiaba cuando sentía que no podía seguir adelante, ahora no le ofrecían más consuelo que los olores de antaño y las vivencias de otros que habían sufrido, habían llorado, habían amado como él lo había hecho. Pero su dolencia no tenía cabida en los volúmenes, porque estaba más allá de los escritos, más allá de esas historias y sin haber encontrado alivio y sabiendo que no podría recuperar lo que más quería se había dejado arrastrar bajo los efectos del licor en cuya inconsciencia se estaban perdiendo los recuerdos, con cada sorbo olvidaba un sonrisa, con cada largo trago un amaneces vivido, en cada paladeo los reproches hechos a lo largo de los años.
Cuando acabó la botella había olvidado hasta el amor tal y como había olvidado abrir la ventana.

3 comentarios:

NaT dijo...

La verdad es que en un principio él iba a morir envenenado por su propia mano, pero me dio como cosa, mejor que se muera de amor sumido en el dulzor de un vino y en la inconsciencia del alcohol.

Besos Mirador... me tienes un poco preocupada....

Anónimo dijo...

Felicidades Nat, ¡como me gustan tus post!

A riesgos de caer en el tópico, diré que yo si creo que el amor puede hacer daño... tan traicionero!
Pero a pesar de todo, no borraría ni uno solo de los momentos que he vivido. Para bien o para mal me hacen ser como soy, y estoy orgulloso de ello.

Lo que son las cosas, a pesar de lo triste que es la historia que has narrado magníficamente, me has hecho sentir muy bien esta mañana. Gracias Nat!

NaT dijo...

Claro que el amor te hace daño Miguel!! como dije alguna vez, si lo tienes, duele pensar que puedes perderlo, si no lo tienes pues eso... que duele no tenerlo, más cuando ese es el amor que quieres.
Yo tampoco borraría ningún momento, y los ha habido MUY dolorosos y muchas lágrimas. Pero son parte de mi, de mi pasado y de mi historia. Son un complemento; en algún momento fueron un lastre a mi felicidad y con al paso de los años soy capaz de llevarlos conmigo sin que hagan heridas.
Me alegra haberte hecho sentir bien esta mañana :)
Besos.