05 enero 2005

Como cristales hirientes,
mis recuerdos se abandonaron en la letanía rota,
en mil fragmentos,
de unos ojos que no habían dejado de observarme.
Tenía miedo de mirarlos y perderme para siempre en ellos.
Dejé caer las hojas al estanque de los sueños
allí se arremolinaron para hundirse en el fondo
donde nadie las levantaría más.
Agua y fango.
Y un peso mucho más sólido:
La tristeza,
contenida en cada gota caída de lluvia
en cada estrella agotada de brillar
en cada sueño roto,
en cada esperanza hecha trizas,
en cada recuerdo dolido
en el alma.

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