22 junio 2004

La paulatina tristeza que envolvió la sala acallando los susurros en la madera y envejeciendo los recuerdos hizo que se planteara de nuevo todo lo que había
estado buscando, lo que había hallado y lo que perdió en el camino, cada vez que llegaba a un cruce y  no elegía el correcto. Se fue deshaciendo de los dolores y de la monotonía de la existencia. Se fue despojando de sentimientos
contradictorios, de amores y de odios. Quemó las fotos y quemó la sabiduría contenida en los libros que poblaban la biblioteca. Emborronó las obras de arte colgadas por toda la casa con pinceladas oscuras de terrores que la embriagaban.
Se quedó voluble a la espera de acontecimientos. No quería dejar nada. No quería ser y no quería estar.


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