16 abril 2004

1) Mara estaba acurrucada en un rincón. Largas lágrimas negras rodaban por sus mejillas llevándose parte del rimel puesto por la mañana en sus largas pestañas. Sostenía entre sus dedos, manchados de maquillaje, polvos y carmín de tanto restregarse la cara, un pañuelo ensangrentado que apretaba contra su labio partido. En su rostro se veían ahora las sombras amoratadas de golpes antiguos. Hematomas recientes. Heridas cicatrizadas a fuerza de silencio, miedo y más lágrimas. No oyó la puerta de la casa abrirse violentamente, como no había escuchado el timbre del teléfono, que no dejó de sonar durante horas. Cuando Alex entró en el dormitorio seguía agazapada en la esquina, acunándose, mientras el sol de la tarde hacía brillar su pelo oscuro. Se acercó despacio para no sobresaltarla, le retiró el cabello de la cara y la instó a mirarle. Ella parecía avergonzada a parte de aterrorizada y magullada. Lo abrazó, manchando su camiseta blanca de lágrimas y sangre. Siempre habían sido amigos; los mejores. - No volverá a ponerte una mano encima- dijo suavemente. Ella suspiró sin convicción, resignada. La acarició con el corazón encogido por la angustia de verla sufrir.- Déjalo en mis manos-.

 

2) Había conocido a Mara desde siempre, desde que era un tierno bebé. De puntillas la miraba desde el borde de la cuna, con la curiosidad de los niños pequeños, aunque muy dentro de él, lo que deseaba era que abriera los ojos, que hiciera algo más que dormir y comer. Tenía 7 años cuando sus padres le dijeron que los vecinos iban a tener una niña, que cuando creciera podrían jugar juntos. ¿Una niña? Pensó Alex con frustración. Las niñas sólo saben jugar con muñecas, no se suben a los árboles, no se tiran desde las rocas al lago, no hacen carreras de bicicletas, son blandas y lloronas. Pero cuando nació, inmediatamente se hizo su protector, su hermano, su cuidador. Lo compartían todo, incluso cuando ella se casó siguieron muy unidos. A Alex nunca le había gustado Nacho, un pendenciero nato. Pero cuando veía a Mara con él y la veía feliz, se olvidaba de que él era un camorrista metido siempre en follones. Con el tiempo algo cambió, ella cambió y cuando Alex insistía en saber, ella callaba. La mañana en que ella abrió la puerta ocultando medio cuerpo tras la madera Alex no pudo frenar por más tiempo su preocupación. -¿Qué te está pasando?- dijo mientras hacía que la puerta cediera bajo el peso de su mano. No pudo preguntar nada más. El ojo hinchado y los moratones en los brazos lo decían todo. Ella no quiso hablar. Lo empujó de nuevo hacia la salida cerrándole la puerta, el acertó a escuchar sus palabras y sollozos tras ella- No te preocupes por mi, no es lo que parece-

 

3) Ella desde pequeña secundaba todas las aventuras de su vecino. Se tenían el uno al otro a falta de hermanos con quien compartir juegos y travesuras. Se subía a los árboles, le ganaba en las carreras frenéticas calle abajo con la bici y le retaba a tirarse al lago siempre desde una roca más alta. Eran amigos, eran confidentes, eran uno solo. En casa, en el colegio, en la Universidad, en la vida diaria. Aunque Mara luego tuvo otras amigas y salió con otros chicos, no dejó nunca de tener tiempo para Alex, incluso cuando Nacho, el guaperas del instituto se fijo en ella y empezaron a salir, no lo dejó de lado. Simplemente dividía su tiempo. A Alex se le notaba que Nacho no le agradaba y Nacho por su parte parecía recelar de la amistad que los unía, a pesar de que ella le aseguraba que entre ellos no existía nada. No supo con seguridad si Nacho le pidió que se casara con ella porque la quería o por alejarla de su vecino para siempre. Sólo supo que lo amaba y que deseaba estar con él siempre. Por ello dijo que sí. Por eso se fue a vivir a otro barrio. Por ello comenzó una vida nueva sin prever el infierno en que se convertiría. Una noche en la se abalanzó sobre ella como un animal, despojándola brutalmente de la ropa, agarrando con fuerza sus manos para que no pudiera defenderse y la violó; lo justificó pensando que tenía un mal día. Ella pensó que tenía la culpa por no entenderlo, así lo pensó mientras lo miraba vestirse de nuevo; él como si no pasara nada se puso una camiseta
y se subió la cremallera.

 

4) Mara y Alex seguían compartiendo momentos. Ahora a escondidas, ella nunca declaraba que Nacho no sabía nada de esos encuentros. A los ojos de su amigo aparentaba que todo andaba bien. Lo ocurrido aquella noche ¡nunca había pasado! Aunque no pudo olvidar ni confesárselo a nadie. Cuando aquella noche lo vio salir de la habitación, dejándola en una cama revuelta y la ropa hecha jirones a su alrededor se sintió sola, dolorida, humillada. Quizá se lo merecía pues últimamente lo tenía demasiado abandonado; el trabajo le llevaba demasiadas horas y las ausencias nocturnas se hacían cada vez más largas. Él era un hombre, sus instintos lo habían llevado hasta ese extremo, en el trabajo le iba mal, también había discutido con sus hermanos y volvía a frecuentar las amistades del instituto. Hablaría con él, se sentarían como antes, abrazados en el sofá mientras veían la puesta de sol. Pero esa, como otras conversaciones no se llevaron a cabo. Él al día siguiente le llevó el desayuno a la cama, la colmó de atenciones y caricias y ella dejó pasar el momento mientras disfrutaba de su ternura. Tras una bofetada, venía un beso. Tras un grito, un abrazo. Tras una paliza, un arrepentimiento que parecía sincero. Después de un tiempo, aunque no se atrevía a planteárselo por miedo a descubrir una verdad que le dolía, unas palabras anidaron en su mente: MALOS TRATOS. Dejando el café, que se había quedado frío, pensó nunca antes me había pasado.

 

5) Alex no sabía, pero intuía, la conocía muy bien. Sus ojos verdes habían perdido su brillo y sus ojeras se habían acentuado. Se maquillaba más que antaño ¿para ocultar algo? Cuando andaba lo hacía a pasos cortos, como si le doliera el cuerpo. Siempre había sido vigorosa y dicharachera, de tez clara y tersa, sus ojos siempre reían al igual que sus labios. En ese instante en que la miraba le parecía tosca, envejecida, incluso temerosa. Pero ella no manifestaba directamente lo que le ocurría. Callaba aún cuando él hacía acusaciones contra Nacho. Ella eludía los comentarios, lo intentaba tranquilizar y Alex se enfureció - No lo defiendas- le rogó- nadie tiene derecho a pegar a nadie y sé que él te debe golpear con frecuencia, los moratones no se pueden ocultar ni siquiera bajo todo ese maquillaje que te pones, ni con esas blusas de invierno. Ella se derrumbó ante la verdad que él le ofrecía, tan real, tan cierta. Al mirarlo comprendió entonces que se había equivocado en todo, en su elección, en su matrimonio, en su vida convertida en un torbellino de celos, gritos y golpes. - Tengo miedo Alex, sé que lo quiero, pero un día de estos se le ira la mano y me matará. Hago todo lo que puedo, intento no contrariarle para no recibir más palizas, pero él siempre busca alguna excusa, me hace parecer inútil, me humilla, me doblega. Ya no puedo más. Vivo atemorizada y cada vez que le planteo que nos demos un tiempo para estar lejos y poder volver a la normalidad la emprende a golpes conmigo. Prefiero no hablar y ceder, así por lo menos no me pega-. Alex tomo sus manos - estaré a tu lado, como siempre, para lo que necesites, sólo tienes que llamarme-. Tras una semana sin tener noticias de ella la encontró cobijada en el rincón del dormitorio, temblorosa, herida y tomo la determinación de zanjar ese asunto de una vez por todas. Avisó a la policía y fue al taller donde Nacho trabajaba. No le dejó hablar, lo derribó antes de que el pudiera alzar una sola mano. Aguantó el puño en alto, quería golpearlo, quería matarlo. Se lo merecía. Pero mantuvo la cabeza fría y pensó en Mara. Cuando la policía se lo llevaba se acercó a él. - Puede que en algún momento la amaras, que creyeras que te pertenecía y por ello tener derecho a maltratarla. No has sabido cuidarla, comprenderla, protegerla y compartir con ella la felicidad que estaba dispuesta a darte. No sólo basta que te amen, también hay que amar y respetar. Su respeto por mi es enorme, es el pilar de nuestra relación que nunca has comprendido. Su amor por mi es grande ¿pero sabes? por ella el mío es más grande.

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