07 marzo 2004

ACOSO

Creo que por primera vez en mi vida me he sentido acosada. Un acoso sin palabras. Sólo de miradas. Insistentes. Abrumadoras. Que no se apartaban de mi ni un instante. Unas miradas inquisidoras que me encontraba aunque no quisiera. Si me daba la vuelta me cruzaba con esos ojos. Llegó un momento en que no sabía donde meterme. En que me sentí realmente incómoda. Si por lo menos hubiera hablado, habría tenido la oportunidad de replicar. Pero sólo eran unos ojos que me rondaban, que me seguían. Aparecían delante de mi. A mi derecha. A mi izquierda y cuando menos me lo esperaba, porque por fin creía que se habían ido, sentía esas pupilas clavadas en mi espalda y si me daba la vuelta; ahí estaban a sólo un palmo de distancia, estrechando mis propios movimientos. Fueron un par de horas angustiosas, sofocantes. En las que incluso el rictus de mi cara cambió. Unos minutos en los que sentí acotado mi propio espacio vital no sólo para divertirme, para difrutar en compañía de mis amigos... también para ser yo. No es fácil intentar estar tranquila cuando tu persona parece estar siendo juzgada por una mirada tediosa. Me sentí mal. Porque una cosa es el juego de miradas que todos hacemos en un momento dado. Una cosa es coquetear con el tiempo estancado en un local, intentar encontrar alguien que te llene la mirada y otra cosa es quedarte detenida dentro de esa misma mirada, que resulta ser demasiado cargante, no poder tú mirar a tus anchas por miedo a encontrarla siempre ahí. Fue una experiencia realmente desagradable.

No hay comentarios: