18 agosto 2003

EL TIEMPO

Sigo sintiendo que el tiempo pasa ajeno a mi pero me arrastra en el transcurrir de sus horas. Quizá en el fondo ni él ni yo seamos tan ajenos el uno para el otro y si más dependientes de lo que quisieramos reconocer.
Hubo un momento en el cual quisé desprenderme de su lento caminar y seguir mi propio curso. Me lancé al mar, buceé en su interior viendo pasar ente mis ojos infinidad de vidas, que yo creí inferiores pero que en el tiempo de inmersión me superaron. Salí a la superficie, ellos se quedaron retozando entre los dedos de mis pies, disfrutando de mi derrota.
Otra vez dependía del tiempo, de esos minutos que él me había regalado para escapar. De esa oportunidad que no había sabido aprovechar y otra vez me sentí atada. Con cada hora establecida, con cada minuto hecho responsabilidad, con cada segundo contando mi vida en las manecillas del reloj.
Lo deje todo atrás y perdí el miedo en la orilla mientras me adentraba de nuevo en el mar. Nadé hasta que mis pies dejaron de sentir la arena. Me alejé más y más, hasta encontrar una roca lejana a la cual me amarré. Allí el tiempo dejó de existir.
Sólo había sol y luna, noche y día; agua por todas partes. Pronto se adaptó a mi y yo a ella. Muchas horas pasamos juntas contándonos nuestra existencia, mis piernas se conviertieron en aletas, mis pulmónes en bránqueas, mi piel en escamas. Y un día por fin, mis brazos dejaron de sostenerme a la roca y me hundí definitivamente en el océano
Ahor el tiemp no existe, sólo corrientes que me llevan de un lado a otro. Nado junto a las rocas, en mar abierto o en barcos que lanzan sus redes para atraparme, pero no me dejo. Otra vez no.
A veces me sorprendo retozando entre los dedos de los pies de algún humano que nos ha observado durante unos minutos bajo el agua. Luego me alejo sintiendo una sonrisa dentro de mi.
Yo he ganado y él sigue perdiendo los minutos marcados en su caro reloj de pulsera, mientras se aleja por la orilla y recoje sus pertenencias de la arena.

No hay comentarios: