
No sé si soy sonámbula o que las corrientes de aire en mi casa son tan sutiles que no las oigo, pero son lo suficientemente fuertes como para abrir una puerta. Me gustaría creer en alguna de esas dos opciones, porque las otras dos que quedan no son muy alentadoras. Una es que alguien ha entrado de madrugada en casa y la otra es que aunque yo lo crea, no estoy sola. Sí, a veces he tenido esa sensación, cómo que no tengo todo el aire de la habitación para mi sola, cómo de tener que compartirlo sin saber muy bien con quien. No hay brisa que mueva las cortinas ni apague velas, ni sudores fríos, ni corrientes que te traspasan. Es sólo la sensación detener una compañía invisible. Me daría más miedo que alguien tangible fuera quien entrara a medianoche; posiblemente a robar, claro que no se detendría en la simple puerta de una habitación; a no ser que esta estuviera protegida por una fuerza que desconozco. Quizá, dejé el armario abierto y alguien aprovechó para salir corriendo, porqué estoy convencida de que nadie pudo salir de debajo de la cama, ni entrar por la ventana para salir por la puerta. La casa cruje por las noches, cuando el calor se ha ido y se van enfriando las piedras dilatadas. Cada uno de sus quejidos es conocido. La madera se resiente, se abre, parece desquebrajarse y las paredes tiemblan por el acoso de los pájaros en el exterior haciendo sus nidos en los huecos de los muros. Pero hace días que la casa esta muda. Me asusta esa tranquilidad y hace de mi aplomo un desasosiego que hacía mucho que no sentía. Me parece estar en medio de un bosque en el que todos los pequeños animales han huido para evitar enfrentarse a alguna bestia que pueda derrotarlos o devorarlos. La casa sabe algo que yo desconozco. Esta mañana ha vuelto a ocurrir, yo sé que estaba sola, nadie había llamado ni entrado, ni se podían haber colado por el susurro de voces en el teléfono, ni transportarse por las redes de alta tecnología, ni los conductos catódicos. Anoche estaba yo; yo sola en casa. Con esa sensación de ser observada, pero sin preocuparme por el espacio a repartir y esa quietud que últimamente me rodea. Sé que cerré la puerta como hago cada noche. Sé que guardé todos mis fantasmas en el armario antes de acostarme y di dos vueltas de llave a la puerta de la calle. Sé que el calor había vuelto a la ciudad y no movía una sola hoja. Sé que no soy sonámbula y nada ha desaparecido de la casa. Sé, que esta mañana la puerta de mi habitación estaba abierta…