29 noviembre 2007

21 noviembre 2007

15 noviembre 2007

Segunda etapa... DUBROVNIK


Desandamos el camino desde el centro de Zagreb hasta el aeropuerto y allí tomamos un nuevo avión. Más grande. Se ve que mucha más gente va a Dubrovnik ¿Existirá puente aéreo? Nos dieron un vaso de agua y una galleta típica del país. La vista desde la ventanilla era impresionante, los montes croatas lo son. Casi no hay terreno desde la falda de los montes a la costa. Ahora entiendo porque están las casas tan arrimadas al agua. Cogimos un autobús que parecía a punto de destartalarse en cualquier curva. Porque si algo tiene Croacia son curvas, no es apta para gente que se marea en cuanto sube al coche. La llegada a Dubrovnik nos sorprendió con una puesta de sol que hacía refulgir los montes quemados el varano pasado. El puente levadizo nos acogió entre gente que entraba y salía. Las calles se iban tornando rosas mientras llamábamos a la chica a la que habíamos alquilado el apartamento; que estuvimos a punto de perder por haber salido el avión con retraso. La casa estaba en un estrecho callejón paralelo a la plaza de Gunduliceva en el mismísimo corazón de la ciudad. Una habitación con una cama de matrimonio, un enorme armario que olía a Lavanda, una pila y una cocina de 2 fuegos en un rincón, una mesa y dos sillas en el otro rincón y un baño. Teníamos derecho a utilizar la terraza del piso superior, que no aprovechamos la verdad. No así un matrimonio americano que salía todos los días a desayunar. Una vez acomodadas nos fuimos al supermercado para comprar leche, café, jamón, queso, kiwis y unas galletas de chocolate y salimos a dar una vuelta. La ciudad se iba deshaciendo de la gente y las tiendas de suvenires iban cerrando. Cenamos en un antiguo convento convertido en restaurante. Una fuente de mejillones, pasta y risotto, todo acompañado de un vino buenísimo, que no volvimos a tomar en todo el viaje por no acordarnos del nombre. Tomamos un licor, que casi nos agujerea el estómago, en el único bar que parecía tener algo de vida y música en directo. La música en la calle, en la terraza, ya que el bar era minúsculo. Y así discurrió nuestra primera tarde-noche en esta ciudad que ha resistido una guerra, miles de bombas, terremotos y el embate constante del mar.

El segundo día recorrimos la ciudad, callejones, escaleras, pasajes, el monasterio con su claustro y la farmacia. Allí un cristal protege el hueco que dejó una granada hace ya tiempo. El Palacio del Gobernador tenía una sala austera dedicada a los caídos en la guerra. Sobrecogían las fotos de las paredes, retratos muchas veces desenfocados o sacados de antiguos documentos, chicos jóvenes que no habían empezado a vivir, murieron defendiendo lo que era suyo. Impresionaba el video que iba mostrando como las bombas iban destrozando la ciudad sumida la en llamas y la rosa roja sobre una superficie blanca e impoluta. Nos perdimos intentando encontrar el camino del fuerte y terminamos el paseo en la playa, de piedras desde la cual veíamos todo el puerto. Al atardecer subimos a las murallas. Durante una hora vimos la ciudad desde arriba, sintiéndonos grandes y a la vez pequeñas. Después de la caminata de más de una hora, una buena cena en el puerto: más mejillones, chopitos, gambas, ensalada y un licorcito en una cafetería de la plaza.

Amanecimos descansadas y dispuestas a afrontar un nuevo día, esta vez entre la naturaleza. Cogimos un autobús hasta el puerto y de allí un barco que tras hora y pico de travesía y una escala en otra isla nos desembarcó en la de Mljet. No me pidáis que lo pronuncie porque una palabra de 5 consonantes y una vocal es casi imposible. Nos recogió una furgoneta que nos llevaría al Parque Nacional, todo el mundo acomodado y a mi, me toco ir delante con el conductor, entre este y un chico al que dejamos en no sé que pueblo. ¡¡Vaya corte!! Menos mal que no tenía que hablar. Supuestamente el parque tiene un autobús que te hace el recorrido y un barquito que atraviesa el lago grande para llevarte a la islita de en medio donde hay un monasterio benedictino, pero no estábamos en temporada, así que nos contentamos con andar, observar el lago y la quietud del agua, el susurro de los árboles y la paz que allí ser respiraba. Nos tomamos una cervecita en el único bar que había, viendo como el agua, como el cielo iban cambiando de color, ese que precede a las tormentas. Volvimos a casa a descansar para acabar el día cenando en uno de los restaurantes cercanos a casa. Esta vez no pedimos mejillones, nos comimos un risotto de mar y un risotto negro, acompañado de queso de Pag, que no nos ha faltado en casi ninguna de nuestras comidas, así como una botellita de vino del país.
Así nos despedimos de Dubrovnik, de sus calles empedradas, de su magia, de sus historias prendidas en cada piedra caída y en cada piedra levantada.

13 noviembre 2007

Primera etapa... ZAGREB



A las 5 de la mañana del 20 de octubre sonó el despertador que me pilló despierta, tenía miedo de no oírlo, de no despertarme a tiempo, de llegar tarde. Cris y yo salimos, mochila a la espalda, de casa cuando aún el sol ni tenía atisbos de amanecer. No así la calle; para los que se quedaban seguía siendo viernes noche. Ni un taxi libre por mi calle ¡que raro! Llamé para pedir uno y una amable y triste señorita me dijo que no hacían servicios ese día, que habían matado a un compañero… vaya bajón. No por el hecho de no saber si llegaríamos a tiempo, si no porque la palabra asesinado la digas como la digas te estremece de arriba abajo dejándote con una sensación de impotencia y de irrealidad hacia la especie humana capaz de dicho acto. Pensamos en despertar a mi madre, incluso llamar a Norte para que nos llevaran al aeropuerto, pero afortunadamente un taxista se apiado de nosotras y nos dejó en la “fastuosa” T4. Facturación, aduana, y avión en pista destino Praha donde hacíamos escala. Luego nos metieron en un avión que parecía de papel ¡¡¡cuánto hacia que yo no subía por unas escalerillas de avión!!! Yo en la ventana, como casi siempre atisbando entre los cristales sucios como las casas se iban haciendo pequeñas y las nubes se iban cerrando en torno al avión. Lo que el ojo no ve, la cámara escudriña. Las hélices se mueven tan deprisa que el ojo humano es incapaz de mantenerlas en la retina mientras que un objetivo si es capaz. Llegada a Zagreb, capital croata.

05 noviembre 2007

Lo bueno SÍ, se acaba...

No se ve muy bien, ya lo sé pero no he podido encontrar otro mapa que no fuera el de la guía de Croacia que me he llevado a mi viaje de 14 días; de la capital del país hasta la preciosa ciudad de Dubrovnik para recorrer toda la costa Dálmata hasta Istria y volver a Zagreb.
Menos mal que sé que algunos me han echado de menos, yo también, aunque no nos haya podido escribir a todo. Ya veo que algunos adivinaron hacia dónde encaminé mis pasos. No era dificil ¿verdad?.
Mañana si puedo os escribiré a todos e iré contando por etapas el viaje, si me dejáis y si queréis saber las aventuras Croatas, no podré ser tan explícita como lo hace Javier Herce porque han sido demasiadas cosas pero intentaré contar detalles y poneros fotos.

A todas y todos un beso grande, me alegro de haber vuelto y volver a teneros cerquita a todos otra vez.